ORIGEN CONFLICTOS DE PAREJA
¿Qué nos sucede cuando nos relacionamos íntimamente?
La mayoría de nosotros creemos que entramos en una relación íntima, abiertos y disponibles. Entonces nos preguntamos por qué siendo tan sensibles, teniendo tanto interés y deseando agradar, la relación empieza a friccionar y a ocasionar problemas.
En Psicólogo Barcelona observo que lo primero que aparece y se pone en juego en una relación son los aspectos externos de la personalidad. Paulatinamente van movilizándose aspectos más íntimos de la propia personalidad: se van compartiendo gustos, disgustos secretos, visiones de la vida… A lo primero lo llamamos capa de protección o coraza, mientras a lo segundo lo denominamos capa de vulnerabilidad o niño interior. Pero también existe una dimensión compartida en la intimidad, más allá de todo rasgo personal, que designamos como el núcleo de la esencia. El gráfico ilustra la estructura que componen y relación entre ellas.
A continuación abordaremos cada uno de esos aspectos:
La capa de protección o coraza
Lo coraza ha sido necesaria y favorable en nuestra vida. El problema sobreviene cuando se produce la identificación con esta capa de protección. Se trata de un escudo creado para evitar que nos hagan daño. Intenta evitar que sintamos miedo y dolor. Una forma de evitar energías dolorosas es trasladar la energía a acciones, pensamientos, sexo, comida… Pero la forma más común de proteger la vulnerabilidad es adoptar un rol o una imagen para sí mismo y hacia los demás.
La capa de vulnerabilidad
Es la sede del niño vital: espontáneo, herido y asustado. De una manera pura e inocente, en cada uno de nosotros existe esta energía fluyendo libremente.
Cuando la vulnerabilidad está en contexto de confianza, se expresa libremente. Cuando hay desconfianza, depresión o exigencia, la vulnerabilidad produce miedo. Esto es así ya que esta capa fue muy dañada durante la niñez.
El núcleo de la esencia
Es un espacio de silencio interior y de aceptación de la vida, donde se vive la sensación de entrega, confianza y no-hacer. De niños poseemos este estado inconscientemente, pero lo perdemos al identificarnos con una personalidad.
Las heridas
La mayoría de nosotros, a lo largo de nuestra vida, hemos recibido el mensaje de que no estaba bien ser como éramos. Este mensaje llegó de diferentes maneras: en forma de no ser vistos o comprendidos, exigidos a hacer o ser de forma inauténtica para nosotros, abusos, etc. Este mensaje nos llegó desde el exterior, de personas de las que dependíamos, y nosotros lo hemos hecho propio. Este mensaje nos ha hecho perder contacto con nuestra energía y vitalidad, y nos había hecho creer que había algo malo en nosotros. Este malentendido origina la herida de la indignidad.
Hay otra herida relacionada con la anterior: se trata de la de la privación del amor original. Es el dolor de haber sido separado de la fuente original de amor. La mayoría de nosotros ya no percibimos este dolor, pero en una relación de intimidad sale a la superficie.
Patrones de relación insana
Cuando se da una desconexión ente el adulto y el niño herido en una relación de intimidad, fácilmente el niño se siente exigido, abandonado, vacío; y la forma que tiene de defenderse es mediante diferentes estrategias de manipulación. El niño interior aprendió a ser invadido y a invadir para satisfacer sus necesidades y, aunque viva en un cuerpo adulto, si este adulto no puede con el dolor del niño, también lo abandonará. De esta manera, el niño interior, solo, resuelve el conflicto con mecanismos infantiles. Algunos de estos mecanismos son: la exigencia y la condena, la venganza, mendigar afecto, y la resignación.
Todas esas estrategias persiguen cambiar al otro y todas son aspectos de nuestra capa de protección. Con frecuencia son difíciles de detectar por el adulto que las lleva dentro. El mecanismo más frecuente es evadirse de detectar por el adulto que las lleva dentro. El mecanismo más frecuente es evadirse en el encuentro con el “amor”. Rara vez nos damos cuenta que nos evitamos a nosotros mismos huyendo del miedo enredándonos en dramas amorosos. Algunos engaños o creencias de estos dramas amorosos son:
· El sueño romántico: “Encontraré a alguien que por fin me librará de mi soledad”.
· La falsa autodependencia: “No necesito a nadie. Sólo me basto yo”.
· La acusación: “Si siento dolor o miedo, es por culpa del otro”.
Estas creencias conforman el escenario del gran drama universal de la pareja: el dependiente y el antidependiente. Este último tiene un comportamiento que empuja a alejar al otro, evitando su acercamiento. El antidependiente tiene miedo de ser absorbido, agobiado, presionado o exigido. Sus falsos dioses son la meditación, la libertad y la soledad. Su coraza es el miedo a la intimidad.
Por su parte, el dependiente manifiesta un comportamiento pegajoso, suplicante y exigente. Sus miedos son el abandono, la soledad y la separación. Sus falsos dioses son la intimidad, el acercamiento y compartir el amor. Su coraza es el miedo a la libertad.