politicos manipuladores antisociales

POLÍTICOS, MANIPULADORES ANTISOCIALES QUE OCULTAN TRASTORNOS

 

La mayoría de políticos mexicanos y de otras nacionalidades son narcisistas y sociópatas, es decir egoístas que viven para sí, además de ser manipuladores que ocultan sus trastornos y recurren a fármacos cuando se frustran sus deseos, dijo hoy a Efe el neuropsiquiatra Jesús Ramírez-Bermudez.

Jefe de la Unidad de Neuropsiquiatría del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía de México, Ramírez, quien presenta estos días su libro «Breve Diccionario clínico del alma» (Random House Mondadori, 2010), advirtió que los políticos, al igual que todas las personas, tienen padecimientos mentales, pero sus decisiones pueden afectar a muchos ciudadanos.

«Lo que predomina en los políticos son los elementos narcisistas y sociopáticos, aunque estos no son tan burdos como aparecen en los manuales de diagnóstico psiquiátrico, ya que los fenómenos clínicos están bien encubiertos por los talentos y encantos de la simpatía política», explicó el especialista.

«Cualquier persona está en riesgo de padecer un trastorno mental, pero la salud mental de los políticos es un tema sensible porque sus decisiones afectan a millones de personas», dijo.

El neuropsiquiatra aclaró que aunque es difícil generalizar los padecimientos debido a que cada político es diferente, «por desgracia, muchos políticos despliegan más bien conductas propias de una persona con el llamado trastorno antisocial de la personalidad, que se define como un patrón general, persistente, de desprecio y violación de los derechos de los demás«.

Los políticos pueden tener una enorme simpatía que los hace atractivos para las multitudes y también es frecuente que «demuestren, con sus actos, el desprecio por los sentimientos de otras personas».

Entre las características más sobresalientes en la conducta pública de muchos políticos, Ramírez enunció «su ‘capacidad’ para la estafa intelectual y sentimental, es decir, para manipular a la opinión pública«.

Añadió que «este patrón de comportamiento rebasa los límites de la patología individual, puesto que se encuentra arraigada en una ‘cultura’ del poder extendida por todo el planeta desde que tenemos un recuento histórico».

Entre las motivaciones ocultas para convertirse en un déspota, Ramírez señaló primero los motivos económicos en todas sus vertientes, pero también incluyó «una necesidad en muchos políticos de cumplir sus propias fantasías de éxito y poder sin límites«.

Recordó que a través de la historia «muchos emperadores romanos gestionaron legalmente su estatus de ‘dioses’, con templos, estatuas y sacerdotes, entre estos Augusto, Calígula y aún el modesto emperador Claudio, fueron declarados dioses por el senado romano».

Agregó que los políticos anhelan y necesitan la admiración de los demás pero si no logran sus propósitos «pueden desarrollar mecanismos paranoicos o graves problemas de adicción a drogas legales e ilegales«.

Detalló que los políticos «generalmente, no aceptan estos sentimientos de frustración, lo que provoca en ellos estados de ansiedad y depresión con todos los grados de severidad, que son generalmente resueltos a través de fármacos«.

Aunque sin mencionar casos concretos, Ramírez admitió que ha atendido al tipo de políticos que coinciden con esta «imagen negativa», aunque también ha encontrado a otros que «sufrían por dilemas éticos, y que aceptaron los riesgos de una auténtica transformación interior».