EL ERROR DE LA MEDIA NARANJA
Actualmente se desestima el modelo de pareja de “la media naranja”. Aquel modelo en que cada miembro de la pareja es completado por el otro y en el que gracias a ello las personas llegan a sentirse “completas”. En ese modelo de pareja de “la media naranja” cada uno de los miembros completa al otro y esto implica que cada uno de ellos tiene una cierta dependencia del otro. Se podría decir que desde este modelo se necesitan dos medias naranjas para formar una naranja completa.
La parte amble de este modelo es que, gracias al otro miembro de la pareja, se consigue a nivel individual llegar a algo que no se podría conseguir fuera de la pareja. Pero la parte negativa de este modelo y de este hecho aparentemente positivo, es que se establece una relación de dependencia. Es decir, si necesitamos al otro para estar bien, ¿cómo lo vamos a hacer para ser felices si el otro se despreocupa o cómo lo vamos a hacer para alejarnos de este si fuese necesario?
Hoy en día ya no se debería apostar por el modelo de “la media naranja”. Los psicólogos de Psicólogo Barcelona apostamos por un modelo de pareja donde uno es “pera” y el otro “manzana”. La “pera” es distinta a la “manzana”, y aunque juntos pueden formar una estupenda “macedonia”, la “pera” no necesita de la “manzana” para ser una fruta completa, ni la “manzana” necesita la “pera”. Cada fruta es autónoma y no necesita a la otra. La “pera” no se responsabiliza de la felicidad de la “manzana” ni de resolver los problemas de esta. Igualmente la “manzana” tampoco lo hace por la “pera”, aunque esto no quita que tanto la “pera” como la “manzana” se intenten ayudar mutuamente.
La clave está en saber definir los límites entre “querer ayudar” y “tener/deber de ayudar”, o “querer ayuda” y “necesitar ayuda”.
La felicidad de un miembro de la pareja debe nacer, crecer y mantenerse por este mismo. El otro miembro de la pareja puede colaborar y ayudar en este proceso, pero jamás debe ser el responsable de la felicidad del otro miembro. Cada uno es y debe ser el responsable de su propia felicidad. Por ello es importante tener consciencia de que aunque cada miembro de la pareja influye activamente en el otro miembro, aun así, ninguno de ellos debe ser el responsable de la felicidad del otro. Si uno de ellos no es feliz, no puede acusar al otro de ello. Si realmente lo cree así, debería resolver la situación por él mismo. La “pera” es “pera” sin necesidad de ninguna “manzana”. La “pera” no depende de la “manzana” para ser una “pera”, ni la “manzana” de la “pera”.
Cada uno debe responsabilizarse de él mismo sin caer en la dicha fácil de: “yo soy así porqué él/ella es de esa forma”.
Cada uno es responsable de él mismo y debe encontrar las soluciones a sus problemas en sí mismo. Si la “pera” y la “manzana” son felices por ellos mismos, probablemente formarán una fantástica “macedonia”.
CONCLUSIONES:
· Nadie tiene que rescatar ni ser rescatado: los problemas hay que aprender a resolverlos con autonomía, buscando ayuda si es preciso, pero no “cargándole el mochuelo” al otro. Podemos ayudar cuando se nos solicite consejo, pero siempre permitiendo que la persona resuelva y crezca ante sus dificultades.
· No poner a prueba a nadie: podemos analizarnos mutuamente y decidir si el otro es adecuado o no para nuestra forma de ser. Hacer que alguien pase las siete pruebas de la idoneidad es ineficaz, pues incita al acoplamiento –ya lo he hecho, ya no hay nada más que hacer– y a la lógica exigencia irracional –y ahora te pido el premio o la recompensa-. El perrito ya no salta delante de la chuche. Salta cuando lo considera oportuno y analizando las consecuencias a corto, medio y largo plazo de dejarse llevar por su glotonería.
· No inmolarse en nombre de nada ni de nadie: perder la ilusión por vivir simplemente porque otra persona no nos ama o consentir que los demás hagan de nuestra vida el vertedero en el que vacían toda su basura emocional es lo menos parecido al amor que haya podido relatarse jamás.
Los psicólogos de Psicólogo Barcelona apostamos por una pareja que puede sentirse unida desde los cimientos, hacer todas las actividades juntos, compartir los mismos gustos o compatibilizar sus diferencias de manera que, vistos desde fuera, parezcan un uno inquebrantable pero, vistos al detalle, se pueda distinguir claramente quién, qué, cómo y para qué aporta y recibe del otro. Así, sin perder su identidad (revueltos) consiguen ser y crecer juntoscon la persona receptora y emisora de un amor que fluye en ambas direcciones.